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Mostrando entradas de 2008

¡Otro meta cumplida!

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Y sigo con las confesiones: Sí, me siento intrépida al poder realizar algunas actividades que antes ni soñaba. El 27 de septiembre de este año recorrí 80 kilómetros en bicicleta. Lo hice en 4 horas y 20 minutos. Sé que por mucho es un mal tiempo para los profesionales, pero para mí fue un gran logro, considerando que apenas tenía dos meses entrenando, deduciendo como usar los cambios y aprendiendo a bajar de ese extraño armatroste llamado bicicleta. ¡80 kilómetros es mucho! Y lo es más pensando que tiene un exagerado número de subidas. Se que gran parte de esa fuerza tiene que ver con el deseo de romper límites, de exigirme más, pero también el impulso que te da la amistad, el compañerismo, el amor. Dijeron que este año fue el último paseo ciclista Rosarito-Ensenada, aunque yo creo que no lo será. Dicen que lo dejarán de organizar porque bajar de 12,000 participantes a 8,000 es mucho. Yo lo que miré fue un mar de ciclistas, con el espíritu engrandecido al cruzar la marca de salida y la

Lo profundo de lo desconocido

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He de confesar que fue el blog de un amigo de Mexicali quien me inspiró a perder algunos miedos. En septiembre de 2008 por primera vez en mi vida me metí a nadar al mar y ahora sí, con traje y toda la indumentaria del planeta pude ver lo que muchos nos negamos a hacer: ver lo que hay en las profundidades del mar. El guía que nos llevó parecía que tenía mucha experiencia, sin embargo, el temor siempre impide que uno pueda entrar relajado al agua y menos si tiene tan presente la película de Tiburón. Fue fabuloso, indescriptible, enamorador. Pude tocar las algas que se cruzaban en mi conquista de esas aguas que de repente luchaban por no ser domadas. He de confesar que primero traté de nadar sin ver, tenía miedo, pero poco a poco me relajé. De pronto cientos de peces cruzaban y desaparecían: colores hipnotizantes, destellos, multitudes. Luego, como siempre la distinción: un gran pez color naranja que merodeaba entre algunas estrellas de mar o algún erizo. Se me olvidó el agua helada de En

Viaje a La Paz

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Una conoce sus fortalezas… Lo de nadar no es algo que se me dé con naturalidad, mucho menos si se trata de meterme al mar. Me siento tan vulnerable que prefiero permanecer en la orilla de la playa. Hace unos días fui invitada a La Paz, B.C. a un evento que tenía que ver con cosas de libros y editores. El evento estuvo bien, pero la verdad lo que más me gustó del viaje fue una escapada que me di para conocer una isla hermosa que se llama “Espíritu santo”. Esta isla aparte de ser enorme es alucinante. En el trayecto pude ver colores intensos de cielo y mar, piedras enormes, playas tranquilas, delfines, gaviotas, pelícanos, pero sobre todas las cosas, lo más sorprendente fue ver parte de la isla con cientos de lobos de mar. Fue una experiencia fabulosa. Aparte de todo esto, cerca de donde estaban los lobos marinos (no mucho) nos bajamos a ‘nadar’, claro que yo traía un chaleco enorme que me permitía mantenerme a flote y con toda mi indumentaria para esnorkear ‘profesionalmente’. Pude ver

Cruces porcentuales

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Por azares del destino he estado viviendo en Baja California por más años de los que hubiera pensado que lo haría. Primero en el gran calorón de Mexicali y desde hace algunos años en la violenta Tijuana. Muchos repreguntan cómo es que puedo seguir viviendo acá con tanta inseguridad; sin embargo, uno encuentra otros motivos para permanecer. Siempre me ha resultado sorprendente ver a todos los que están a un lado de ‘la barda’ (laminas rojas que dividen a México de Estados Unidos) intentando cruzar al sueño americano; veo como también muchos de los que no han podido cruzar, limpian vidrios o lo que tengan que hacer para sobrevivir. Otros tantos tratan de calmar el hambre con drogas de fácil acceso, y uno los puede ver ‘picándose’ a cualquier hora del día y en los lugares más transitados. Uno de los escenarios más tristes de Tijuana (porque hay bastantes) es ver todas las cruces de madera que cubren la barda ubicada enfrente del aeropuerto de la ciudad. Éstas fueron colocadas para conmemo

Días grises

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Lo normal es que si uno tiene motivos para llorar... llora. Yo a veces no lloro, aunque quiera, porque por algún problema hasta ahora inexplicable por mi oculista, los ojos se me descomponen y rechinan por lo reseco y en ocasiones tengo que ponerle lágrimas artificiales... (tristeza falsa) Pero otras veces lloro sin razón alguna. Ojo (muy ad hoc ): no hablo de las lágrimas que pueden surgir por la risa, o por bostezar, hablo de que a veces simplemente el sentimiento no cabe, la tristeza embarga y las lágrimas se desbordan y recorren el rostro como ríos en época de lluvia. Días enteros en los que todo causa pesar y que un sentimiento inexplicable atrapa todas las sonrisas y las encarcela y no deja ni que asomen la nariz por momentos. Todo se amuralla por tristezas y nostalgias. Los que están alrededor se pregunta si algo hicieron mal, si hay alguna clase de enojo encubierto, o si de plano estamos medios locos. Lo cierto es que ni yo sé que pasa, no lo puedo evitar, no lo controlo. Pero

Razón por encima de todo

Después de que pasaron más de tres meses sin escribir nada (miles de pendientes y corazoncitos en post-it no cuentan) he decidido quitar del abandono a mi blog. Desde hace años me ha estado dando vueltas en mi enmarañada cabeza cómo es que las relaciones amistosas y amorosas de alguna forma permanecen en uno sin posibilidad de olvido. Coincido totalmente con Arjona de que “el estar ausente no anula el recuerdo”, y no es que uno lo busque, la ironía es una de las características de nuestra vida. He tenido reencuentros con amigos, conocidos, cómplices, y todos ellos han resultado amorosamente deliciosos. Contar las historias del pasado y reírnos de ellas, recordar tan vívidamente que el corazón se apretuja, tiembla, se desinfla y al final se expande con suspiros y añoranzas incluidas. Muchas veces nos imaginamos “lo que hubiera sido”, pero luego nos damos cuenta de que quizá no era el momento, el lugar, la disposición, la tolerancia. Muchas de las decisiones las tomamos por miedo al frac