Lo profundo de lo desconocido


He de confesar que fue el blog de un amigo de Mexicali quien me inspiró a perder algunos miedos.

En septiembre de 2008 por primera vez en mi vida me metí a nadar al mar y ahora sí, con traje y toda la indumentaria del planeta pude ver lo que muchos nos negamos a hacer: ver lo que hay en las profundidades del mar.

El guía que nos llevó parecía que tenía mucha experiencia, sin embargo, el temor siempre impide que uno pueda entrar relajado al agua y menos si tiene tan presente la película de Tiburón.

Fue fabuloso, indescriptible, enamorador. Pude tocar las algas que se cruzaban en mi conquista de esas aguas que de repente luchaban por no ser domadas. He de confesar que primero traté de nadar sin ver, tenía miedo, pero poco a poco me relajé.

De pronto cientos de peces cruzaban y desaparecían: colores hipnotizantes, destellos, multitudes. Luego, como siempre la distinción: un gran pez color naranja que merodeaba entre algunas estrellas de mar o algún erizo.

Se me olvidó el agua helada de Ensenada, se me olvidaba el cansancio de nadar cuando se tiene tan poca experiencia, sólo quería continuar y no olvidar. No olvidar nunca que entré a ese mundo exótico, tan ajeno y ahora tan mío.

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