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Mostrando entradas de septiembre, 2007

¡Luego no quieren que me enoje!

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Desde hace tiempo tenía que solicitar el título de la UABC (me he tardado más de la cuenta) para que de esta manera me puedan dar el titulo de la maestría en España, pero siempre por desidia, lo dejaba para “luego”. A inicios de este año, haciendo un tremendo esfuerzo, me decidí: Sacaría todos los documentos necesarios y haría TOOOOOOOODOS los trámites para obtener ese papelito. Aunque mis estudios los hice en Mexicali, intenté hacer el trámite desde Tijuana, sin embargo “la amabilidad” que caracteriza a las de Servicios Escolares en esta ciudad me hizo desistir. Sin embargo, organizada, decidida y sobre todo “enfocada” en mi propósito, fui compilando todos los documentos que se requerían. Al final de todo dejé lo de las fotos-con-blusa-clara-no-escotadas-sin-retoque-maquillaje-y-peinado-discreto. Por supuesto que para sacarme la foto tenía que ir a que me peinara mi Divo, quien no me perdonaría que su “creación” (corte de toda la vida) se viera mal en las fotos “más importantes de mi

Diarios que no existen… ¿historias olvidadas?

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Por varias razones hace tiempo destruí mis diarios de infancia, ahora me arrepiento. Trato de recordar cómo contaba lo que sucedía y sólo recuerdo que me gustaba releerlo. Hoy la forma de ver las cosas ha cambiado, y lamento haber destruido el recuerdo de la inocencia de las historias, de lo que ocurría, o de lo que me imaginaba que podrían suceder. Empecé mi diario en la secundaria, recuerdo que era un cuaderno con portada amarilla. Todo empezó con un enojo reprimido y ahí descargué mi furia. Después escribí cómo se había solucionado y parecía que la vida de mi diario había llegado su fin; sin embargo, en esas épocas el insomnio era mi eterna compañía, así que por las noches leía o escuchaba música. Así que me decidí a escribir cuentos. El primero que hice tenía un título horrendo: “La sortija maldita”. Imaginarán de qué se trataba y por supuesto el predecible y obvio final, sin embargo la historia me permitió pasar las noches más entretenida. Como dije la historia era mala, no obstan

El Conde Contar en Sanborns

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Hace algunos años, por azares del destino y por una necesidad imperiosa de obtener dinero en las vacaciones de la Universidad, y sobre todo porque requería que me contrataran de inmediato, me puse a trabajar en la famosa tienda Sanborns. Al inicio me pusieron a “practicar” en el área de dulcería. Una persona me guiaba (me sentía como Anakin Skywalker) para que no cometiera errores o más bien para no caer en el lado oscuro (llevarme el dinero de las ventas). La gran maravilla fue cuando me dijeron que como política de la empresa, al inicio uno debía probar los chocolates para poder recomendarlos, esa tarea la hice gustosa, pero decía que no aprendía tan rápido, así que me comí medio almacén para poder tener bien firmes los conocimientos. El uso de la caja registradora fue sencillo, así que a la semana siguiente de mi inicio me “ascendieron” a encargada de mostrador del área de joyería y bolsas. Ahí es cuando empezó la locura: todos los días (sí, TODOS) se debían contar la joyería de Per

El que espera... desespera

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Qué cable se nos desconecta en el cerebro cuando al escuchar en la radio que hay más de 180 carros haciendo filas y 16 puertas abiertas para cruzar hacia los EU, esperamos “no hacer tanto tiempo”. Si pensamos que sólo por ese lugar hay más de 3000 carros (sin pensar en las otras filas lado izquierdo, línea sentir, etcétera) y que aproximadamente esto te lleve a esperar una hora y media, avanzando a 1 km por hora. ¿Cuánto humo inhalaremos en esa espera? Sin embargo, muchos perdemos los estribos y por poco la cordura al esperar 3 minutos a que cambie un semáforo y vemos con desprecio al conductor que se atraviesa y que nos hace perder una milésima de segundo. Odiamos hacer fila para entrar al cine, y odiamos también que en el supermercado haya cuatro personas con su “carrito lleno” haciendo fila antes que nosotros. ¿Dónde está la proporción de tiempo? Yo soy una de las personas que odia esperar, pero no me convierto en energúmena. Me confieso como impaciente y con poca tolerancia a la ho

Reencuentro con Shamu

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Como parte del festejo de mi cumpleaños (el segundo), el sábado fuimos a Sea World. Yo tenía más de 12 años que no iba a este parque de diversión, y la verdad los disfruté mucho. Yo con algunas arrugas en mi haber (muuuuy pocas), trataba de verle a Shamú alguna línea de expresión, pero creo que usa mejores cremas que yo, porque por más que le busqué ella se veía radiante, lo que sí es que se ve bastante canosa. Por no dejar, aquí mando una fotito para el recuerdo.

¿Las palabras alimentan?

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Siempre que pienso en Mexicali me viene a la mente la comida china. La verdad no es mi comida preferida, pero la disfruto enormemente, aun cuando, generalmente, no me gusta ver grandes cantidades de alimento en una mesa, pero en ese momento solo digo que es “variedad”; el aroma me atrapa y simplemente caigo en sus redes y como más de lo que mi estómago puede soportar. Cuando estaba en la universidad, por razones de índole económico, comía en el food court de la Plaza Cachanilla (uno de los centros comerciales más visitados, no tanto para comprar, sino para estar en un área refrigerada); eran tentadoras las ofertas de comida (no hablemos de higiene por el momento), yo casi siempre me decidía por la comida china, que por traer varios vegetales resultaban más atractivos a mi vista. En una ocasión, cuando el hambre torturaba a mi estómago, decidí comprar comida a un pequeño local que se llama 9 o 99, no recuerdo bien. Regularmente el platillo incluye tres porciones y el agua, por lo que